Lo cierto es que recuerdo, hace ya unos cuatro o cinco años, eran muy concurridos. Sobre todo, cuando el mingitorio era rectangular y podíamos acomodarnos hasta cuatro batos a lo largo y uno más que se ponía de lado en la orilla para ver prácticamente de frente todas las vergas y todos podíamos verlo a él con solo voltear un poco a la izquierda.
Incluso fue ahí, que por primera vez vi un wey con el pito bien parado, justo después de que él me cachó jalándomela solo. Me gustaba la adrenalina de hacerlo en lugares públicos, exponiéndome a que me descubrieran, pero el hombre ni ruido hizo al entrar, y eran tiempos de los mingitorios individuales, dos en cada pared (mucho antes de que pusieran el rectangular), y aún no había mosaico que sirviera de «espejo». A esa edad, francamente pensé que se molestaría y trataría de evitarme, pues uno creía que a los baños se iba a lo que se debía ir, y no a hacer esas «cochinadas». Es más, era tan curioso que solía ir a los mingitorios esperando la oportunidad de mirarles discretamente el pito a los caballeros mientras orinaban, esperando no incomodarlos (imagínenme en los baños de la expoferia o detrás de las gradas en los carnavales, yo bien feliz en esos días). Era la edad en que aún trataba de asumirme como hetero, así que no esperaba que pasara nada con otra persona.
Pero, ¡oh sorpresa! El tipo, de no más de 30 años, sonrió perversamente y se puso a un lado mío, volteándose ligeramente hacia mí para poder vérsela bien, tratando de inspirarme confianza y la seguridad de que no había problema, que para nada le molestó lo que hacía, mientras yo ingenuamente trataba de disimular que quería orinar pero me ganaba el «pánico escénico», tapando con mi mano aquella erección que iba perdiendo poco a poco. Justo cuando comenzó a sacudírsela, ya engarrotada, con las venas bien marcadas y un glande bastante atractivo, escuché pasos de otro individuo que iba entrando, por lo cual mi reacción fue salir de inmediato para no sentirme descubierto haciendo «cosas gays». De otro modo, es probable que esa hubiera sido mi primer chaqueta con alguien más, pues lo que estaba viendo comenzaba a gustarme.
No sé si es mi idea, o en estos baños ya no hay tanto jale como antes. Quizá porque redujeron el espacio de los mingitorios, creo que para meter un cubículo más en el de damas, pero vaya que había mucho movimiento ahí, sobre todo cuando ya caía la tarde-noche, entre las seis y las ocho.
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1 Review on “Baños Públicos Sótano Parque Independencia”
¡Ah caray, qué tremenda foto! Yo recordaba esos baños distintos jajajaja.
Lo cierto es que recuerdo, hace ya unos cuatro o cinco años, eran muy concurridos. Sobre todo, cuando el mingitorio era rectangular y podíamos acomodarnos hasta cuatro batos a lo largo y uno más que se ponía de lado en la orilla para ver prácticamente de frente todas las vergas y todos podíamos verlo a él con solo voltear un poco a la izquierda.
Incluso fue ahí, que por primera vez vi un wey con el pito bien parado, justo después de que él me cachó jalándomela solo. Me gustaba la adrenalina de hacerlo en lugares públicos, exponiéndome a que me descubrieran, pero el hombre ni ruido hizo al entrar, y eran tiempos de los mingitorios individuales, dos en cada pared (mucho antes de que pusieran el rectangular), y aún no había mosaico que sirviera de «espejo». A esa edad, francamente pensé que se molestaría y trataría de evitarme, pues uno creía que a los baños se iba a lo que se debía ir, y no a hacer esas «cochinadas». Es más, era tan curioso que solía ir a los mingitorios esperando la oportunidad de mirarles discretamente el pito a los caballeros mientras orinaban, esperando no incomodarlos (imagínenme en los baños de la expoferia o detrás de las gradas en los carnavales, yo bien feliz en esos días). Era la edad en que aún trataba de asumirme como hetero, así que no esperaba que pasara nada con otra persona.
Pero, ¡oh sorpresa! El tipo, de no más de 30 años, sonrió perversamente y se puso a un lado mío, volteándose ligeramente hacia mí para poder vérsela bien, tratando de inspirarme confianza y la seguridad de que no había problema, que para nada le molestó lo que hacía, mientras yo ingenuamente trataba de disimular que quería orinar pero me ganaba el «pánico escénico», tapando con mi mano aquella erección que iba perdiendo poco a poco. Justo cuando comenzó a sacudírsela, ya engarrotada, con las venas bien marcadas y un glande bastante atractivo, escuché pasos de otro individuo que iba entrando, por lo cual mi reacción fue salir de inmediato para no sentirme descubierto haciendo «cosas gays». De otro modo, es probable que esa hubiera sido mi primer chaqueta con alguien más, pues lo que estaba viendo comenzaba a gustarme.
No sé si es mi idea, o en estos baños ya no hay tanto jale como antes. Quizá porque redujeron el espacio de los mingitorios, creo que para meter un cubículo más en el de damas, pero vaya que había mucho movimiento ahí, sobre todo cuando ya caía la tarde-noche, entre las seis y las ocho.