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23 agosto 2020 a las 15:40 #53117
Apenas llegando a la mayoría de edad, yo me decidí por iniciar en este mundo de los deportes yendo a natación. A la alberca que yo iba, en ese entonces, era muy común que nuestros entrenadores (o maestros, que más bien así les decíamos) fueran practicantes de la Facultad de Educación Física. Ya desde ese entonces yo estaba más que definido con mi sexualidad. Entre los maestros había uno, de unos 30 años mas o menos, que era… simplemente… hermoso. Era quien nos daba clase. En una ocasión, solamente por andar de cabrón decidido para estar con él, hice como si me hubiera dado un calambre en la nalga. «Me sucedió» justamente a minutos de terminar la clase.
Me salí de la alberca y le llamé al maestro. Le dije que tenía un dolor horrible, que quizá «hice un mal movimiento». Me llevó a los vestidores para revisarme mientras yo fingía cojear para que creyera en mi molestia. Al llegar a los vestidores, que estaban solos porque el «percance» sucedió a 15 – 20 minutos de acabar la clase, el maestro tomó un aceite y comenzó a darme un masaje desde la planta del pié hasta llegar a la nalga derecha. Para esto yo estaba boca abajo. Nunca pensé que mi maestro tuviera unas manos tan duras y fuertes. Fue súper excitante que de mi traje de baño empezaba a notarse como crecía mi pene (lástima que ese día no llevé mi slip) Fingí ponerme nervioso y estar apenado. Mi maestro solo atinó a sonreír y a decirme «No hay problema. Es natural que a los hombres nos pase eso». «¡Mira!», me dijo. Vi en su short que él también tenía una erección… hasta más vistosa que la mía. ¡Era enorme! Yo me moría de ganas de empezar la acción ahí mismo en los vestidores. Nos miramos por un momento. Estábamos por darnos un beso cuando en ese momento se oyen las voces de varios batos que llegaban a los vestidores, pues las clases ya habían terminado y ya todo el mundo tenía que irse a duchar. No pudimos terminar. En eso, llegaron algunos de mis compañeros y me preguntaron que cómo seguía. Ya en eso, mi maestro solamente atinó a darme algunos consejos y a retirarse de los vestidores, para que nadie sospechara nada. Todos nos duchamos normal. Nos vestimos y nos despedimos, como era costumbre. Antes de irme, volví a abrir mi locker para checar que no olvidaba nada. En eso encuentro una tarjeta que muy discretamente tenía esta leyenda: «¿Será? A los hetero no creo que les suceda lo mismo», y junto con esa leyenda venía un número celular y el nombre de mi maestro, que era David.
A raíz de eso, mi profe y yo nos hicimos cuates y salimos un par de veces. Tiempo después, por mi trabajo, dejé de ir a esa alberca. Para mi desgracia, perdí el celular que yo tenía en ese entonces y también la tarjeta que traía su número. Una vez que iba pasando por ahí entré a buscarlo, pero la chica de recepción me comentó que ese maestro ya daba clases en otra alberca. Le pregunté que en cuál estaba, pero me dijo que por políticas no podía darme esa información.
No lo he vuelto a ver desde entonces… pero, la neta si me animo a repetir la experiencia.6 septiembre 2020 a las 03:47 #56750Que buena anécdota Carlos lástima que no pudiste terminar.
Ya me dieron ganas de ir a clases de natación -
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